Something about me

Hay una historia que suelo contar, cuando alguien me pregunta sobre mí, sobre mi pasado, o sobre experiencias anteriores. La verdad es que no es una historia  ni especial, ni original. Sólo es mi historia particular, pero reconozco que podría ser la de cualquier chica de mi generación.

La historia es la siguiente:

Yo tenía un plan, mejor dicho un sueño a los 15 años. Soñaba que acabaría siendo feliz junto a mi primer novio. Soñaba que mi primer amor, sería mi amor para toda la vida. Soñaba en definitiva, con tener una vida parecida a la que han tenido mis padres.

También tenía en la cabeza una idea de cómo iba a ser todo. De cada uno de los pasos que iba a dar y el tiempo que me iba a costar darlos. Ese era mi gran plan maestro. El plan que tenía cuando tan sólo era una niña.

Sin embargo, crecí y maduré, descubrí que hay más mundo aparte del que yo había visto hasta entonces, y también encontré nuevos sueños, nuevos terrenos que explorar, y nuevos lugares dónde experimentar. Mientras abría mi mente a nuevas experiencias, a nuevos escenarios, aprendí dos cosas: La primera, a valorar lo que tenía, y disfrutarlo antes de que pudiera perderlo, aunque haya momentos en los que quiera más. La segunda, que aunque no puedas elegir qué te sucede, o qué encuentres en el camino, si puedes elegir qué papel jugará en tu vida. En otras palabras, las cosas tienen la importancia que les demos

A lo largo de este proceso, aprendí a ser más radical a la hora de elegir. Al fin y al cabo, la elección se reduce a eso, o sí o no. Y elegir cualquiera de los dos, implica que tienes que ser consciente del coste de oportunidad del anterior, lo que, por otra parte, no siempre es conocido para el que elige.

Alternativamente, también aprendí a discernir entre mi realidad, y la realidad. Tuve que asimilar que nada es 100% como es. Todo tiene su cara y su cruz, y de hecho, existe una, porque existe la otra. Así descubrí, que la ilusión es el  complementario-opuesto  de la decepción. O que jamás podríamos ser valientes sin saber que tenemos miedo. Y que la alegría existe, porque antes ha habido tristeza.

De esta forma, con los años, esa inocencia tardía, se convirtió en una mezcla extraña entre precaución y esperanza. Primero precaución, porque mi idealismo innato chocó de bruces con la realidad inmediata, y segundo esperanza, porque para bien o para mal, me resisto a creer que no se puede mejorar, que si te esfuerzas y crees en algo, en algún momento lo consigues.

En otras palabras, como les digo a mis amigos a veces “hay que aprender a ver la vida, el acontecer diario, tal y como mejor pueda ser en cada momento, pero no por eso, podemos  dejar de luchar para mejorarla”. 

Ya lo dijo Che Guevara “seamos realistas, soñemos lo imposible”.

PD:  Si entendéis lo que quiero decir, entenderéis porque he puesto esta canción.

Leave a comment